Friday, September 14, 2012

Alumnos del siglo XXI o la búsqueda de la identidad en el mercado

Como docente, responsable de contribuir a los procesos de  subjetivación de los alumnos,  compruebo a diario que los adolescentes buscan en la educación la misma inmediatez que pueden encontrar en una pantalla de video, una computadora o un televisor.  Disfrutan haciendo “zapping escolar”, es decir su franja de atención para cada actividad ha disminuido notablemente, más allá de lo que la psicología de la educación nos ha enseñado.  El tema es que se encuentran en contextos tan cambiantes, que sus referentes se les escapan  de las manos, por lo tanto, pareciera que quieren anticiparse a esa mutación y necesitan de múltiples y diversas condiciones para captar y decodificar el mensaje. 

La hiperactividad, que sin duda no es privativa de los adolescentes, representa una búsqueda sinsentido de la propia identidad.  El ser humano transita por la vida tratando de encontrarse, aprender y conocerse, a sí mismo y a los otros, como reflejos propios, como modelos a seguir.  La sociedad confesional que postula Bauman no es sino una forma de lograr ese objetivo, la mediatización electrónica de los sentimientos y los afectos no es otra cosa que una forma de descubrir al otro y verse a sí mismo en su imagen.  Visto de esta manera podríamos pensar que, desde la incompletud esencial del ser humano, las redes sociales pueden aportar un acercamiento que facilite la comprensión de muchas de las transformaciones que produjo la cultura mediática.  Sin embargo, no solo de redes viven los adolescentes, el mercado entró para quedarse en los intercambios entre amigos.  No significa que las mismas redes no sean comerciales, sino que además, el marketing de productos ha invadido cada “clic” en las pantallas.  Las promociones buscan suscitar deseos y, en general, lo logran.  La adolescencia, ese período etariamente tan extendido en los últimos tiempos, siempre anda tras la uniformidad, para sentirse integrados, parte del grupo al que pertenecen o quieren pertenecer, y también tras la rebeldía, el hacerse notar para ser reconocidos y reconocerse.  Las personas, como productos deseables y atractivos  son habitantes del mismo espacio social (mercado) y se ocupan de la misma actividad (marketing), es decir, aprenden a “venderse” mostrando sus virtudes y valores, como si fueran un bien de consumo más.  La dimensión económica ha contribuido con la re transformación del trabajo en producto, por lo tanto, los adolescentes tienen por delante un panorama incierto, con una incertidumbre distinta de la que se pudo haber vivido en otros momentos, puesto que las transformaciones sociales, políticas y económicas globales no presagian una estabilidad  probable ni posible.  La noción de educación continua está directamente relacionada con la valoración de los títulos y la necesidad de permanente actualización, porque somos un producto más en el mercado, porque, aunque seamos “consumidores fallados”, somos igualmente, de una u otra manera, consumidores.

No solo como docentes, sino también como adultos, debemos estimular las operaciones de pensamiento, los adolescentes necesitan aprender a reflexionar, más y mejor, para no estar sobre estimulados, poder elegir y tomar decisiones; deben comprender los intereses específicos, de cada sector, de cada individuo, y elegir con criterios reflexivos y propios.  El mayor desafío que tenemos consiste en hacerles ver la importancia de la empatía, la solidaridad, la diversidad, valores que se obtienen a través de la reflexión y el pensamiento crítico. Debemos todos aprender que la permanente creación de sentidos que nos subjetiviza depende de la forma en que valoremos no solo la tecnología, sino fundamentalmente al ser humano.